top of page

¿En que se parecen una cucaracha y un ser humano?

  • Eddie
  • 16 ago 2017
  • 3 Min. de lectura

"No importa cuantos corazones haya, igual truenan sabroso".

Hay algo en las cucarachas que me llama bastante la atención: aquel ser tan repugnante y a la vez tan pulcro. La repulsión que se le tiene al pequeño escarabajo, no es consecuencia más que de su complicada y desafortunada imagen. Pero no existe mayor contradicción en está vida que la que se llama: "cucaracha".

Para explicar esto hay que entender primeramente que se entiende por "repugnante". Sinceramente, comprendo el concepto como algo físico, o sea, que la repugnancia simplemente es relacionada con la capa exterior de un cuerpo, lo "anti-estético", lo no bello; las cucarachas son repugnantes simplemente porque su impertinente físico es la epítome de la fealdad y lo grotesco para nuestro muy plástico entendimiento de la belleza.

Imagínese en un baño de mármol totalmente limpio y brillante, de baldosas blancas y azulejos de cerámica, con una sola coladera de plata justo en el centro del todo; un agujero importante, pues este es un abismo, un portal en el que nadie quisiera caer, del que usted no desea que salga nada, que delimita nuestro mundo de infratierra.

De un sentir tétrico es siquiera pensar lo que por las alcantarillas se asoma, una grande, gorda, marrón y horripilante cucaracha saliendo de aquel pozo de discordia y caos

. Instantáneamente las paredes de mármol, el suelo blanco, la armonía entre habitación y humano se quiebran por el asco que este demonio infernal nos causa. Todo lo bello que en ese cuarto existió, dejo de ser, gracia a esa... pútrida asquerosidad. Vaya, todo es horrible, te asustas, gritas: "auxilio", corres, corres por tu herramienta de pelea favorita (puede ser una sandalia o un soplete) o el veneno mortal "matatodo" y en seguida vas al ataque, avant garde, golpeas, rocías, ella huye, la adrenalina, la emoción y por fin, cual astuto esgrimista, victorioso, orgulloso, das el Coup de Grace. Y ahora, justo frente a tu sudorosa nariz, ves esa mancha rojo-marrón rodeando al machacado cadáver, en medio de tu santuario de paz... la pobre, por fin, ha muerto.

¿Y dónde está la contradicción? Inclusive durante de la acalorada pelea entre hombre e insecto, la pequeña vagabunda se desdecía del concepto en el que nosotros, los despreciables seres humanos la tenemos. Pues, este indefenso ser demoníaco, tiene una peculiaridad: piensa como humano.

Ahora imagine esto: acabas de tocar tierra después de una semana de nadar por las cloacas y el repulsivo desagüe, y ves sobre tu cabeza una luz blanca, preciosa, que te seduce e incita a saber que ocurre más arriba de lo que alcanza tu mirada, porqué todo es tan hermoso, claro, estás excitado, tienes hambre. Posiblemente haya algo interesante y tu primitiva curiosidad te grita: "¡Sube carajo! ¿Qué estás esperando?". Entonces elevas una patita, luego otra, otra más, ahí va la cuarta, luego la quinta (que asco), por última la sexta y llegas, llegas al lugar más bello en el que jamás hayas estado; blanco, limpio, todo perfectamente colocado en su lugar, te peinas tus antenitas, quieres comida, das media vuelta y vez a aquel monstruo titánico, parado en dos piernas, enorme... ¡repugnante! Debes huir, ¡que asco estar ahí! Corres lo más rápido que puedes, buscar escabullirte entre aquellos enormes pilares peludos que sostienen ese fenómeno indeseable.. Te comienza a atacar con artefactos extraños, le esquivas todo lo que te lance, y de repente, eres rociado con un extraño líquido, apesta (mucho); tus pasos se vuelven lentos, pierdes fuerzas, energías, tus ojos se esfuman, tus antenas se arrastran, tu cuerpo arde y de pronto... justo arriba tuyo una enorme nube opaca el sol y se acerca cada vez más a ti, te busca y propaga su perpetua oscuridad. Ya la sientes encima tuyo, de tu caparazón, no te queda nada, más que escucharte, a ti mismo, crujir. ¡Krunch!

Es tristísimo ¿no? Pues, sí, es lamentable, pero aquella trágica pelea no lo es del todo, hemos perdido empatía hacia nuestras pequeñas compañeras; lo realmente doloroso es darnos cuenta que, tanto humanos, como cucarachas, prejuzgamos a aquellos que vemos por primera vez, e instantáneamente buscamos la aniquilación de aquellos que simplemente provocaron la normalidad y confort de nuestro pensamiento obtuso.

Si de pronto, vamos a aplastar cualquier cosa que se nos haga extraña, pronto estaremos envueltos en una gran guerra, una en la que hombres y cucarachas se hagan enemigos eternos. Una guerra que solo terminará con la comunión o el exterminio.

¿Quién puede negarme que aquella cucaracha y aquel humano no pudieron haber sido grandes amigos?

Commentaires


bottom of page