Don Florencio
- Edgar Alcántara
- 11 feb 2023
- 3 Min. de lectura

El cuestionamiento es relativamente sencillo. Hernán solamente quiere saber la razón por la cual un hombre aparentemente cuerdo y lúcido como Don Florencio estaba atrapado entre las cuatro paredes de un desolado ancianato. A Don Florencio no le importaba contestar, era un hombre bastante honesto y abierto; aparentemente su propia historia le parecía, incluso, divertida...
Florencio: Resulta y resalta que el canciller en ese lejano 1976, creo se llamaba Alfonso, había contratado a una nueva asistente. Esta muchacha era algo desordenada, explosiva, algo nuclear, por lo que le recomendé al patrón que la despidiera o en su defecto, contratara un servicio más especializado para el despacho. Ambas opciones, sin duda, comprometedoras para el Canciller García. Mi sugerencia no le gustó en lo absoluto, por lo que, en una acción infundada, mandó a eliminarme y, por seguridad nacional, encerrarme en este lugar. Tengo un brazalete en la rodilla que me electrocuta cuando intento escapar. ¡Imagínalo, le dieron el Nobel de la Paz!
Hernán: A ver...
Hernán se agacha, pero Florencio lo aparta con el bastón.
Florencio: Llevo atrapado años y aún sin salir. Mi hijo debe estar muy MUY preocupado.
Blanca: (Dudosa) Don Florencio, esa no es la historia...
Tal vez y solo tal vez, Don Florencio no es esa persona tan cuerda que aparentaba ser.
Florencio: ¿Qué? ¡Ah, claro! Era 1972, cuando yo estaba realizando un proyecto arquitectónico de restauración en la Álvaro Obregón. Lo hacía en conjunto con el Maestro Luna Traill. Yo quería un teatro helénico con estilo gótico, pero él no se podía despegar de su funcionalismo de Barragán. Entonces nuestra amistad se rompería. Pelearíamos por los contratos. Al final el gobierno de Sentíes Gómez se los entregó. Luna Traill me robó el proyecto, tuve que cerrar mi firma de arquitectos, empobrecí y terminé aquí. Apenas y puedo sobrevivir... ¡Ay! Mi hijo debe estar muy preocupado...
Hernán: (Más confundido) Pero ¿y el brazalete...?
Capaz no sea ni locura ni senilidad.
Blanca: Don Florencio, esa tampoco es la historia. ¿Por qué no intenta... recordarla mejor?
Florencio: Blanca, estoy seguro de que esa era la historia...
Blanca: Haga un esfuerzo.
Tal vez tampoco deba esforzarse demasiado.
Florencio: Recuerdo cuando iba saliendo de Bellas Artes junto con Gabriel García Márquez, cuando llegó Vargas Llosa y comenzó a golpearme en la cara. ¡Esto es por lo que le dijiste a Patricia! Gritaba...
Blanca: No, no, tampoco es esa.
Todas eran mentiras. Mentiras sobre Política...
Florencio: ¿Será aquella en la que recomendé a López Portillo proclamar "Defenderé al peso como un perro"?
Blanca: No, estoy segura de que sabe cuál.
Diplomacia...
Florencio: ¿Cuando organicé una reunión entre Reagan y Gorbachov?
Blanca: No.
Deporte...
Florencio: ¿Cuando participé en los Juegos Olímpicos?
Blanca: Menos.
Conspiraciones...
Florencio: ¡Cuando cubrí el asesinato de Colosio!
Blanca: Don Florencio...
Romances...
Florencio: ¡Cuando descubrí que Fidel Castro y Margaret Trudeau...!
Blanca: Nooo...
Pero, fundamentalmente, ninguna era real.
Azucena: ¡Ya basta! ¿Puedes salir un momento de tu maldita burbuja de historietas de periódico y contar la verdadera historia de porqué estás aquí?
Blanca: ¡Doña Azucena!
Carmen: ¡Por favor!
Todos fuimos crueles, la verdad es así.
Florencio: ¿La verdad? ¿Qué es la verdad para ti? Intento de María Félix. ¿La verdad es que mi esposa me abandonó cuando mi hijo apenas tenía tres años? ¿La verdad es que mi hijo creció odiándome por la huida de su madre cuando no fui nada más que una víctima? ¿La verdad es que después de veinte años de partirme la espalda, mi hijo se despreocupó de mí sin siquiera darme las gracias? ¿La verdad es que mientras más viejo me volvía menos conocía de la vida de mi único hijo? ¿La verdad es, acaso, que después de perderlo todo por el juego, mi casa y mi dinero, lo único que pudo hacer mi susodicho retoño fue mandarme a este lugar sin despecho alguno? ¿La verdad es que apenas veo a mis nietos cada Luna Azul, y ni eso, puesto que están todos muy ocupados haciendo sus vidas felices sin mí? ¿La verdad es que estoy aquí encerrado con algunos libros viejos, el Excélsior y un maldito reloj viejo, contando los segundos para que, por esa puerta, entre alguien emocionado por verme? ¿Es esa la verdad, Azucena?
Azucena: Sí, Florencio, esa es la verdad.
Y sí, así fue la verdad. Otro hombre viejo dejado a su suerte. Solo con su propia mente; sus historias, sus anécdotas, sus mentiras y su tristeza. Anhelando poder contarle todo eso a sus nietos. Yo, lo siento mucho, Don Florencio. Le prometo visitar más a mis abuelos.
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