Amor a primera vista.
- Edgartl
- 31 ago 2017
- 3 Min. de lectura

A diferencia de la mayoría, yo creo en el amor a primera vista. Pienso que es muy posible ver a alguien y enamorarte completamente de ella (o él), desear que ambos sientan exactamente lo mismo, querer que en ese preciso momento todo ser humano presente desaparezca para quedar solos tú y ese ser de luz y pureza infinita. Y como sé que les ha pasado, contaré mi experiencia:
Era una tarde primaveral, de hace ya muchos, muchos meses, un día después de clases, estábamos mi familia y yo sentados en la pequeña mesa de una cocina económica (le decimos "Lo naranja", porque es de ese color), esperando nuestro servicio.
Un momento familiar como cualquier otro, en el que mamá, papá e hijos disfrutan de una de las pocas ocasiones que pueden tener sin necesidad de preocupares por trabajo o escuela.
Este comedor, tiene la peculiaridad de tener dos secciones, uno en la entrada y otro en la parte de atrás, donde nos gusta colocarnos: última parte, última mesa (la de hasta mero atrás).
Como no me gusta darle la espalda a la gente, elegí la silla que da con la pared, por lo que en ese momento veía claramente hacia la entrada y por lo tanto, me percataba de todos los nuevos comensales que llegaban al lugar.
Paso el rato, pedimos nuestra comida, nos la sirvieron y comenzamos a comer -obviamente no recuerdo que ordené ese día, pero tengan por seguro que era algo delicioso-.
Todo iba bien, la tarde estaba tranquila, (la recuerdo nublada, pero tal vez sea la relación situación-sentimientos), el lugar calmado, vaya, era un momento disfrutable. Yo seguía comiendo, un bocado, algo de agua, un poco (mucho) de pan, cuando de pronto, por la entrada, aparece una señora, algo simplona, no muy llamativa, nada interesante; creía yo: otro cliente. Y justo antes de volver a mi comida, tras ella, una joven, delgada, cabello castaño (azabache), de rasgos finos, cautivadora y mil palabras más que puedan describirla.
Claro que en ese momento, me quedo como imbécil, no lograba comprender que ocurría en el lugar, era como si de repente todos pararan de comer hasta que aquella señorita encontrara mesa, parecía que todos estaban dispuestos a otorgarle su asiento si es que se presentaba la ocasión, inclusive daba la sensación de que las cocineras habían parado el fuego por mero respeto.
Ella avanzó por toda la primera parte del local, hasta llegar a la sección en la que estábamos mi familia y yo (me emocioné mucho), donde su madre escogió la mesa que estaba justo frente a la mía, una comedor solo para dos, en la que la señora tomó la silla en la que me veía directamente, haciendo que su dulce hija me diera la espalda, por el resto de la comida.
Claro que me tuve que enfocar en los que estaban en mi mesa, iba a ser muy sospechoso que me la pasara viendo al infinito mientras todos mis acompañantes charlaban, sin embargo, cada cierto tiempo, dirigía una ágil mirada para contemplar lo poco que podía ver de mi amada.
Acabando por fin, se pagó, se dio propina, nos levantamos y caminamos a la puerta; me apresuré para ser el primero en llegar a la salida, para poder fingir una mirada de desesperación a mi familia, como simple excusa para verla a ella, y lo hice: la vi.
Hermosa como en la entrada treinta minutos antes, preciosa. Mi mirada saltó, como mi cuerpo hacia atrás, y pareciera que algunos comensales se dieron cuenta (disfruté ese momento tanto), hasta que ella miró hacia mí.
No tarde más que un segundo para retirar mis ojos de los suyos, pero yo estaba feliz.
Ese día me fui del restaurante contento, pero con dos tristes conclusiones: en primer lugar, eso no era amor verdadero, fue superado en cuanto me di cuenta de la segunda, no la volvería a ver jamás... y así fue.
-Edgar Alcántara
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