"Canchis, Canchis".
- Edgar ♥
- 13 jul 2018
- 3 Min. de lectura

“Vamos bailando, vamos cantando. La rica danza: “Canchis, Canchis”.
Dedicado a todo aquel que haya disfrutado este sonar conmigo, tienen nombre y apellido, pero, ustedes mismos hagan suyo al "Canchis, Canchis".
Hay cosas en esta vida que se vuelven adicciones, o manías, involuntariamente. Y suena extraño pues para que esto ocurra primero se tuvo que inducir el adictivo por consentimiento del usuario adicto. Pero esto va un poco más allá del consumo oral o intravenoso de alguna sustancia o estupefaciente (cliché que haría obsoleto este texto).
De vez en cuando la música cumple con el papel de “droga” pues, esta puede crear una dependencia aún más grave. En mi caso ocurre y muy frecuentemente. La canción con la que me despotrico varia depende la temporada. Pero últimamente (y por “último” me refiero a meses) una en específico me ha encerrado en su yugo de perdición. Y sí, infieren bien mientras voltean los ojos, tal como lo dice el título, es el “Canchis, Canchis”.
¿Pero que clase de cántico simplista es ese? Y ni canto simplista ni nacada. La verdad el “Canchis, Canchis” tiene un valor mucho más grande que el de cualquier cumbia villera que se puede escuchar. Tal vez el contexto en el que se conocen estos ritmos sea el motivo de su infravalorado status. Por ejemplo, yo conocí el “Canchis, Canchis” en una obra de albañiles por la que pasaba. Pero eso no tiene importancia, aún así amé la canción tal como ellos la amaban.
El “Canchis, Canchis” abrió en mi un nuevo mundo musical. Más allá de lo ortodoxo y el buen gusto. Cuando alguien que durante las noches repite Desire de Bob Dylan de repente comienza a gozar de los acordeones y las melódicas, los trombones y tambores, las maracas y clarinetes, la gente en general no puede evitar hacer un gesto de desaprobación. Sin embargo, el “Canchis, Canchis” es un poema seductor. Que induce a cualquiera a mover las caderas y los pies.
También, el “Canchis, Canchis” es el himno de toda pasión. La misma letra lo da a entender. Ni si quiera Joaquín Sabina, Pablo Neruda o cualquiera que rozara en el erotismo podría haber alcanzado lo que El Trovador Andino pudo. Muy diestro aquel que pueda leer el subtexto del “Canchis, Canchis”, descifrar sus metáforas, analogías y apologías.
Y no se si sean sus percusiones, o sus vientos, o su sugestiva letra, pero, hasta ahora, no he podido deshacerme de este tatuaje musical que ahora me persigue día y noche.
Niéguenme, entonces, que ustedes tampoco han sido víctima de un sonar tan atractivo como el que se les muestra un poco más abajo. Y si es así, descubriré que han mentido, pues al “Canchis, Canchis” no se le escapa, se le disfruta.
A principios del siglo XX la música permuto de lo sinfónico a lo que ahora conocemos como “moderno”. El Jazz y el Blues que abrieron un sinfín de puertas a variados y diversos géneros musicales. El “Canchis, Canchis” ha hecho lo mismo. Rompió con la música universal. Bienvenidos a la nueva era, la era del Canchis.
El mismo Eros estaría orgulloso, les presento al "Canchis, Canchis". Sin embargo, no en la versión del Trovador Andino, sino, la de los Ángeles Azules que es un poco más reciente:
Ya finalizando. Si les ha molestado el "Canchis, Canchis", pues lo siento, pero tiene más "candela" que muchísimas de las canciones que ahora se bailan en el mundo. Pero en gustos se rompen géneros ¿no?
Por último, una referencia, a ver quien la entiende:

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