Perdón por ya no ser quien fui. Léase en voz alta.
- El Oblivion
- 27 may 2019
- 4 Min. de lectura
Actualizado: 31 dic 2020

‘La enfermedad viene de lejos’, decía Jaime Sabines. Afirmación interesante, la mía viene de muy dentro; esencialmente un lugar cercano. ‘I hurt myself today’; decía Johnny Cash; él sí es atinado; también próximas son mis heridas; bastante profundas. ‘No te olvides de mí’ decía Amado Nervo, lástima por él, yo ya lo hice, lo he olvidado. ‘No es mi culpa’ se excusaba Meursault con su jefe para poder velar a su difunta madre; tampoco es la mía, francamente era inevitable. Yo no me hice quien soy. Simplemente, una mañana me hallé sobre mi cama convertido en un repugnante bicho. Fui un hombre genial y abominable en la Francia del siglo XVIII. Fui un judío formado en una estación de tren rumbo a Auschwitz. Un oráculo rogando por su hija frente a Menelao y Agamenón. Un fama bailando tregua. El primero de los Buendía atado a un árbol, y el último devorado por las hormigas. O Sigfrido siendo traicionado. O Tom Sawyer al ser rechazado por Becky Thatcher. Fui la miseria que el hombre ha experimentado; fui el escalofrío tétrico que te rompía los huesos; fui el dolor sanguíneo que nos reventaban los lagrimales, fui la flema verde que te brotaba por la boca, la bilis amarilla que te revolvía colérico, la bilis negra que te robaba el sueño. Fui la tentación irresistible que sacó a Adán del Edén. Fui el cuervo que te cantaba hasta enloquecer. Fui el gigante manchego. Hijo de Pedro Páramo. La chinche en el almohadón de plumas. Un rey en su planeta solitario. Fui muchas cosas, menos cosa mía.
Nunca me pertenecí, grave error, no por mí: por ustedes. Se acostumbraron a poseerme, yo a ser poseído, se pusieron cómodos cuando fui su amuleto; los metales se mueren, ¿quién dijo que el oro no se oxida? Les gustaba que fuera su amigo, tal vez les servía de algo. Las amistades incondicionales no existen, son una cruel mentira, ¿quién no aprovecha la tierra en la mocedad de la primavera? Dejé de pertenecerles, eso les molestó, que me hayan perdido. Y eso no les gustará, me extrañarán y me buscarán, sólo una vez. Yo los rechazaré, se rendirán; después de todo ¿quién es el malo?
A Polifemo ‘nadie’ le sacó el ojo.
Perdón por no ser lo que alguna vez fui, pero antes no era interesante. Me he rodeado de enemigos, porque el que no es tu amigo ¿qué más puede ser? Perdón por fallarles, no es mi culpa; también es un hecho, no fueron mi responsabilidad. Perdón por ser diferente, todo lo cambia el momento; Violeta Parra dice que, como mago condescendiente, nos aleja de rencores y violencias. ¿Y qué acaso sí me extrañan? Ese tampoco es mi asunto, yo no les obligué a quererme. Pero, en fin, las demandas apetitivas son cargo de conciencia en cada libido. Mi objetivo no es reprocharles, podría parecerlo, sin embargo, no es así. Me despido, porque he muerto, morí feliz, no como todos la comprenden (a la felicidad). No morí cómodo en lo absoluto, mi vida pudo ser mejor, no obstante, fue buena. Quedo a deber muchas cosas para conmigo. No fumé nunca un cigarrillo. No conocí Cuba. No pude viajar a Marte. Y aún cuando ya sabía que sería lo último que haría en este pequeño mundo, tampoco lo hice. Me faltó ondear un estandarte, izar una bandera, tocar un trompeta, dormir con una bailarina de Ballet, tener un hijo propio, matar a un hombre, derrocar un gobierno, erigir una estatua a imagen mía. Me faltó ser más ambicioso, gritarle a alguien en una fila, ganar más dinero, ponerle mi nombre a algo. No dije muchos ‘te amo’, escasearon, también, los ‘te odio’. No estuve ni cerca de ser un dios, de ser alabado, adorado, o aclamado. Tampoco pude vivir en la guerra, nunca conocí la paz. Jamás cerré una herida ajena, ni de lejos salvé una vida. Ni pinté un cuadro, ni publiqué mi poesía, ni entrevisté a mi cantante favorito. Ahora lo entiendo: How does it feel? Pero, aún si hubiera hecho todas esas cosas ¿qué habría cambiado? Igual me estarán enterrando para cuando lean esto. ¡Qué se joda! Pude no haber sido el mejor de entre los hombres, pero sé una cosa, incluso me es certera después de muerto: fui mejor que ustedes. Que eso sea la moneda que me ayudará a pagar a Caronte. Ninguno fue verdaderamente libre, todos fueron sometidos, fueron las gallinas en la granja, menos yo. Espero que hayan disfrutado de la bella escena que les preparé: sangre y pólvora; una pasta gris que me sale de las fosas nasales y mis ojos negros viendo fijamente hacia el cielo, lugar que siempre repugné. ‘Ojalá’, escuché decir a Silvio. Me borré de pronto. Esa luz cegadora, ese disparo, no de Nievi, mío.
Lo único que espero es que me hayan encontrado con esa sonrisa cínica y fea con la que los conocí a todos. De lo contrario ¿qué me queda? Seré un ánima, perdido, despavorido, solitario. Un corazón latente en el sótano. Una mariposa amarilla, La cólera de Aquiles. Seré el recuerdo de un hombre gris que desperdició el poco tiempo que robó. ¡Esperen un segundo! ¡YA NO QUIERO MORIR!
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