top of page

Poco a poco...

  • Foto del escritor: Edgar Alcántara
    Edgar Alcántara
  • 29 dic 2021
  • 4 Min. de lectura


Si te imaginas al reloj de la pared derretirse, haces que el tiempo vaya más lento. Lo puedes comprobar si no me crees. La verdad es algo que yo he practicado demasiado. A veces no puedes evitar sentirte perseguido por el tiempo y cualquier cosa que lo haga correr más lento es tan solo un pequeño alivio a una gran angustia. No es mentira que el tiempo se derrite. ¿Nunca has volteado a ver un reloj y sientes como que el segundo que justamente avistas fue más largo que el que lo sucede? Y es que cuando parece que la cuenta regresiva se acerca al final, ¿no es verdad que buscas al reloj como pidiendo que los segundos se congelen justo en donde los dejaste?

Pero el tiempo es lo único que nunca recuperas. Es inevitable perderlo y nadie te lo devuelve, ni quien te lo roba, ni quien te lo promete. Allá afuera hay mucha gente que te jura mucho tiempo, pero al final solo te lo quitan. Y qué peor sensación que cuando te das cuenta de todo el que perdiste. Los tics del reloj que han transcurrido mientras lees esto, son tics irrepetibles que capaz y puedas aprovechar si hoy duermes cinco minutos menos. O quizá si duermes esos cinco minutos, mañana deberías restarle tiempo al café de la mañana. Y si aquello es muy trascendental, entonces ¿por qué no apretar el paso de camino al trabajo? ¿Por qué no lavarse los dientes mientras te enjuagas el pelo? ¿Por qué no retrasar el reloj cinco minutos?

¿Por qué no engañar al tiempo y hacerlo más joven? Capaz, nadie se va a dar cuenta. Y aunque lo parezca, no hay una línea de meta para cuando se nos agote el tiempo. “Quien sabe y si retraso el reloj cinco minutos cada día, pueda al final ganar un par de días que realmente me hacen falta”. Quién sabe y si son diez, pueda burlar a la muerte un par de años. Y si llegan a ser 15, capaz y pierda la noción de eso que marcan los tics y los tacs de la pared.


Cuando suenan esos pitidos infernales de la mañana, que te gritan al oído que se te acaba el tiempo. No deseas simplemente posponer a la mañana cinco minutos, como obligar al sol a regresar por donde vino. Hacer longevas las noches, porque de noche no importa el tiempo. Y qué perdida de tiempo es cerrar los ojos y de pronto abrirlos ocho horas en el futuro. Qué ganas de hacer eso, pero al revés. Así, quien sabe y pueda volver a vivir esa agradable hora y media con mi mejor amiga. Esos curiosos 40 minutos con mis papás. O los jocosos 13 minutos con mi hermano. ¿Dime qué harías con 15 minutos extra? Si de pronto sale el presidente del mundo y nos obsequia a todos un cuarto de hora, nuevos y de la nada.


La cosa es que ya no tenemos tiempo. Y por eso te sientes perseguido, por eso te apresuras a hacer las cosas que por la falta de tiempo no hiciste. Y como el tiempo no te volvió a alcanzar, te das por vencida y te vas a la cama volviendo a ceder más tiempo. Y no sabes porqué, pero de pronto sientes como que un cobrador imaginario te descuenta tiempo, como si tuvieras una bolsa de tiempo con un agujero por debajo. ¿Todo ese tiempo hacia dónde va? ¿Por qué me lo han quitado todo? No puedes evitarlo, es otra pérdida más y nos duele perder cosas. Todos queremos nuestro tiempo de vuelta, pero ¿para qué?


¿Quién es aquel que te pide y te pide tanto tiempo? La realidad es que nadie te lo exige, todo va a su tiempo y sin duda tenemos mucho, mucho tiempo. Tanto que hay de sobra, hay para todos y para compartir. Hay para regalar y dar a manos llenas. Todos nos merecemos un trozo de tiempo. No es una moneda con la que pagas una inmensa cuenta. Es más bien una cascada de agua que es infinita e indeterminada; como el mar que es enorme y tal vez, y no aseguro nada, tengo un final, un fondo o una orilla en el horizonte. La cosa es, que te mereces ir poco a poco. Sin que nadie te presione, sin que haya necesidad de derretir al tiempo. Caminar a como nos dé gusto, arrastrando los pies por sobre la arena, o dar inmensas zancadas en un pantano viscoso. Ir contracorriente en un río violento, subir una escalinata extremadamente empinada. Al final, cuando cualquier camino se acabe, comenzará otro el cual también tomará tiempo, pero es tu tiempo.


Puedes cerrar los ojos durante la noche y abrirlos a su debido tiempo, despertar sin prisa, sin tener que arrastrar al sol de vuelta, sin tener que engañar al reloj, sin los tics y los tacs en la pared, que después son tics y tacs en tus entrañas. Cuando dejas de mirar a las manecillas con desesperación, cuando dejas de contar los segundos con exactitud, cuando haces las cosas poco a poco, es cuando verdaderamente el tiempo se vuelve viscoso como la brea. Cuando el final no es divisible, cuando el horizonte se ve como el mar inmenso, cuando el ocaso no es una alarma, cuando la oscuridad no es angustia. Cuando todo es de poco en poco. Cuando abrazas la calma. Cuando descansas la espalda. Cuando por fin respiras sin prisa. Es cuando notas que el tiempo, de verdad, va muy poco a poco.

 
 
 

Comments


bottom of page